Texto leído en el Acto de presentación de la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora de la Soledad, celebrado en la Iglesia de Santa Marina el pasado sábado, 12 de noviembre de2016, junto a Gonzalo Márquez García, Carlos García Rioja, Alejandro García Montero, Antonio Alonso Morán, Rafael Menéndez Pérez y Xuasús González Fernandez.
… Y cuando fue la tarde, porque era la preparación, es decir, la
víspera del sábado, José de Arimatea, senador
noble, que también esperaba el reino de Dios, vino, y osadamente entró a
Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Y Pilato se
maravilló que ya fuese muerto; y haciendo venir al centurión, preguntole si era
ya muerto. Y enterado del centurión, dió el cuerpo
a José. El
cual compró una sábana, y quitándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un
sepulcro que estaba cavado en una peña, y revolvió una piedra a la puerta del
sepulcro.
(Mc. 15, 42-46)
Cuando
la tarde del Sábado Santo empieza desfallecer como una bruma fúnebre sobre la
basílica de San Isidoro, allí, frente a la Puerta del Perdón, papones con túnicas púrpuras y
capirotes negros le arrancan los clavos al hijo de Dios y lo descienden con
dulzura de una cruz que, ya desnuda, se recorta doliente sobre las primeras
sombras que preludian tu dolor y tu soledad, Madre del alma.
De todas las muestras de dolor
con las que escarchamos la primavera de nuestra ciudad, es la tuya, con tu Hijo
muerto en el regazo, la que más me inquieta y me entristece. Te veo postrada,
deshecha en lágrimas, abatida, sola y vuelvo mis ojos hacia ti con el vano
deseo de enjugar tu llanto, de ser regazo y abrigo para tu angustia infinita.
Arranco las cortinas de incienso que difuminan tu presencia y trepo por la luz
tintineante del primer cirio, para llegar a ti, para restañar la herida que te
desangra.
Fotografía: Danilo Tarantino |
Y mientras por tu tristeza, la
plaza se hace piedad y luto, de entre silencio sepulcral brotan suspiros mudos,
como tiernas rosas.
Y se escucha el bisbiseo de la
anciana que lleva horas esperando poder verte más allá de esa estampa ajada,
que guarda como un tesoro en el bolsillo de un abrigo de paño, tan gris como su
cabello.
Y se intuye el gorgojeo de las
cuentas de un viejo rosario, del que cuelgan las últimas esperanzas de un
hombre que se había olvidado de ti y avergonzado, te busca para pedirte un poco
más de tiempo y poder volver a amarte como quizás un día te amó.
Y se percibe la inquietud del
papón que va a llevarte sobre sus hombros, para que nos acerques a todos los
que hemos salido a verte unas migajas de misericordia para compartir con los
que menos tienen y menos necesitan para dibujarle sonrisas a la soledad y al
miedo.
Y se agranda la ingenuidad del
niño que, desde que te vio por primera vez, no ha dejado de preguntarse porqué
nadie hace nada para evitar que tu Hijo muera y tú tengas que llorar una y otra
vez las mismas lágrimas de cristal.
Y hasta se presiente el rubor
del paseante distraído que se cruzó contigo por casualidad y al verte le
recordaste a una mujer a la que hace tanto tiempo que no ve, que hasta ha
olvidado su voz, pero curiosamente, se parece demasiado a ti…
Por eso buscamos consuelo en tu
dolor, porque para los que te miramos, eres esa madre que nos arropa y nos
arrulla. Es la calle la que nos acerca a ti, la que nos recuerda que la fe va
más allá de templos y creencias. Porque tú estás siempre con los tuyos, con los
que creen y con los que sin haber creído, encuentran en tu dolor alivio para el
suyo, en tu ejemplo esperanza y en tu virtud un bálsamo reparador.
Y por eso estamos hoy aquí, para
pregonar tu Soledad con sonidos de pasión.
Mirad y ved si hay mejor muestra
de amor que la de estos músicos que hoy han querido recorrer las calles de su
ciudad con los suyos, con su gente, para pregonar los dolores de una madre,
para decirte que, allá donde ellos estén, donde ellos vayan, tú estarás con
ellos y llevarán tus lágrimas de cristal sobre un pentagrama de sueños…
Que no se enlute la noche,
Que la cubran con luceros
Y una luna caprichosa
Tiña de plata las rosas
Que adornarán tus costeros.
Que huela a incienso y romero,
A sonrisa y caridad,
Como cuando era pequeño,
Que esta tarde nace un sueño
Con tu nombre, Soledad.
No os quedéis fuera y pasad,
Que donde haya un pentagrama
Con notas de compasión
Siempre habrá un gran corazón
Que ya no cabe en el alma.
Esta tarde, Tú eres calma,
Cirio, corneta y mantilla.
Esta tarde suena el viento
A Soledad y lamento…
Suena a “Señor de Sevilla”.
Manuel Jáñez Gallego