Diez días. Apenas nos quedan diez
días para volver a verte, Señora del Mercado. Diez días para volver a escuchar
el tañido de las campanas de tu casa, el toque de arrebato que pone en alerta a
los cofrades de esta bendita ciudad. Díez días para que vuelvan a tintinear tus
pendientes como campanillas festivas. Diez días para verte atravesar el dintel
de la puerta de tu iglesia y encarar la calle Herreros, de camino a tu cita con
las voces limpias de las Madres Carbajalas. Diez días para contemplar cómo se
recorta tu hermosa estampa en una luna llena de gracia. Diez días para que los
leoneses y leonesas te sigan, con sus cirios encendidos como luciérnagas
tristes, el corazón florido como la primavera reciente y la mirada vidriosa, como
el rocío de la madrugada. Diez días, Madre, tan solo diez días…
Déjame
esperarte otro año más en la Calle Santa
Cruz. Déjame rezarte de nuevo con mis ojos repletos de esperanza y fe. Déjame
acariciar tu carita morena con el sutil roce de mi memoria y mis recuerdos.
Déjame esconder mi pena en los pliegues de tu manto. Déjame bruñir los roleos de tu corona con esos besos que no
te he dado y que cuelgan de los balcones de mi alma, como mariposas de papel.
Déjame acomodar mi cabeza en tu regazo y llorar la ausencia reciente de esa
rosa, que perfumó mi vida con su amor de madre. Déjame que se me alborote el corazón
como una bandada de palomas blancas, para cantarte una Salve en la Plaza de Santo Domingo.
Déjame pintar luceros en el cielo oscuro de la noche que se cierne como un velo
vaporoso, para iluminar con ellos la penumbra de la calle Teatro, esa calle que
un día soñó llamarse Dolorosa. Déjame seguir tus pasos por la Rúa, acompasar mis latidos con
el raseo de tus braceros y cargar sobre mis hombros la cruz de la que colgó ese
Hijo que recoges entre tus brazos y miras con tus ojos tristes de Madre
dolorosa…
Qué triste vas por
las calles
De este León, que te
implora
Arrullos de
madrugada.
Alumbra con Tu mirada
Las tinieblas de su
aurora.
Qué carga llevas,
Señora,
De pena y de
desconsuelo.
Con Tu Hijo en el
regazo
Vas suplicando un
abrazo
Y una caricia en Tu
pelo.
No me mueve más
desvelo
Ni verso más anhelado,
Que agradecer tus
favores
Cada Viernes de
Dolores…
Morenica del Mercado.
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