miércoles, 30 de abril de 2014

Se acabó esa semana de diez días





          
          
          

              Se acabó. La semana de diez días más esperada ha cerrado sus puertas y habremos de esperar casi un año para que vuelva a abrirlas de nuevo y poder cobijarnos de la fría lluvia de la melancolía. Comienzan a tañer las campanas de la añoranza, a arreciar un viento que ya no huele a incienso y que  se desliza como un lagrimón de cera por las estrechas callejuelas del alma, alborotando las delicadas bambalinas del palio de los recuerdos…

            Recuerdos. Muchos y hermosos son los que me ha dejado esta Semana Santa, que empecé subido en un atril y terminé, como terminan todas, exhalando un suspiro de tristeza, cuando la Virgen de la Soledad regresa a su barrio obrero, revestida del blanco inmaculado de la Pascua.

            Emotivo e inolvidable ha sido ese Pregón que la Cofradía del Cristo del Gran Poder me invitó a declamar el último domingo de marzo, creando un ambiente que invitaba a hacer lo que había que hacer, pregonar los sentimientos de un papón y que la emoción hiciese el resto. Como dije en su momento, puede que haya otros, ojalá, pero nunca olvidaré la oportunidad y el cariño que esta Cofradía me regaló, envuelto en gratitud y sencillez.  

Foto: Ferchy
            Y quiso Dios que ese Miércoles Santo que atardeció con el cielo ennegrecido y tormentoso, cesara su llanto minutos antes de que la Ronda Lírico Pasional alumbrase con las antorchas del Santo Cristo del Desenclavo, los recoletos rincones del barrio de Santa Marina. Y allí estaba yo, emocionado y nervioso, con una carpeta entre las manos repleta de recuerdos, que fui esparciendo por las calles, como granos de trigo. Caminar por el barrio de mi infancia de la mano de mi hija ha sido y será una de las experiencias más hermosa de mi vida. Desnudar mi alma en el Corral de San Alvito, luchando contra esa emoción que se agarra a la garganta y sentir la presencia de mi abuelo entre el silencio de los que me acompañaban, como muestra de respeto, será también otra de las estampas que llevaré en la cartera de mi corazón el resto de mi vida. Ya he sido Mantenedor de la Ronda Lírico Pasional de mi cofradía del alma…Gracias, Señor, por tanto honor y por tenerlo a bien.

            Ahora sólo queda esperar…pero será distinto a otras veces. Ha llegado el momento, o así lo creo, de intentar hacer realidad algunos sueños que llevaban tiempo temiendo convertirse en pesadilla. Un libro de relatos sobre la Semana Santa y una vieja ilusión de dedicarme al diseño cofrade van tomando forma, esta vez parece que definitivamente, gracias sin duda al empeño y al cariño de la que comparte mis vigilias y mis temores. Es su amor, su apoyo y su constancia, el timón de ese barco al que voy a subirme y con el que espero poder navegar junto a ella sin grandes sobresaltos…gracias, Mon.
           
Os iré informando de la travesía, como en un libro de bitácora y espero y deseo que me ayudéis en esta aventura, como lo habéis hecho siempre…

            ¡Feliz Pascua!